Castillo en el desierto

Castillo en el desierto

lunes, 1 de agosto de 2016

Pedro Varela, democracia y la persecución selectiva del pensamiento disidente

Vivimos bajo una era dominada por el paradigma democrático. Democracia ha venido a identificarse en el imaginario y en el discurso estándar con "gobierno" o "política". La asimilación a nivel popular de que es el modelo "non plus ultra", se corrobora cuando en ocasiones surgen voces críticas o discordantes con sus presupuestos, formas, o entramado de canalización política. Inmediatamente tal criticismo se presenta de forma seria y analítica, las reacciones suelen ser de apología apasionada, descalificación con frecuencia ad hóminem a quien se atreve a cuestionar el statu quo e incluso, la penalización, con sanciones morales, económicas o cárcel a quienes se atreven a cuestionar dogmas caros a las élites encargadas de promover y sostener el sistema al que llaman "democrático".

Es curioso cómo los ideales democráticos de "Libertad, Igualdad y Fraternidad", de pretendida universalidad, en realidad, bajo el sistema imperante en occidente, de raíces ideológicas revolucionarias, se aplican de forma selectiva. Porque en la práctica, ni todos somos tratados como iguales, ni tampoco somos libres de sostener pública ni activamente cualquier tipo de pensamiento,  ni tenemos la hipocresía de pretendernos "hermanos", cuando no tenemos la misma paternidad ni en el orden ideológico ni axiológico ni espiritual. Se crearon leyes liberales para garantizar la concreción de estos principios, teniendo además, fundamentos socio-políticos con fuerte componente filosófico, en que prima lo cuantitativo sobre lo cualitativo. Se buscaba un difícil equilibrio entre la primacía de la voluntad de la mayoría y a la vez, la libertad y representación plural de diversos sectores y agentes sociales.

Pero, más allá de las críticas que merezca la democracia, entendida tanto como forma de elección y representación política, como el fundamento cosmovisivo orientador del ethos y pathos social, históricamente, bajo la modernidad y la posmodernidad, la democracia de cuño liberal no ha sido sino un espejismo artificioso. La apariencia externa, las instituciones, las elecciones, la conformación de partidos políticos, el acceso a una diversidad de ofertas culturales, políticas e ideológicas, permiten a las masas creer que son ellas las que tienen el poder y que están bien representadas, cuando, yendo más en lo profundo del sistema, se descubre que al final, siempre son élites las que terminan decidiendo el rumbo de las naciones, así como son ellas las que dictan los límites de la libertad, quiénes han de ser premiados o castigados moralmente. Para ello, se sirven, precisamente, de cúpulas dentro de los partidos políticos, círculos intelectuales enquistados en universidades y centros educativos o de difusión cultural, así como de líderes religiosos, de opinión, medios de comunicación y en general, de toda instancia que les pueda servir de eco y promoción de sus ideas e intereses, que con frecuencia, no necesariamente coinciden (al menos íntegramente) con los de las instituciones a las que pertenecen.

Es verdad que por su naturaleza liberal, la democracia contemporánea abre un espacio bastante extenso a distintas formas de pensamiento. Pero, dado que esta democracia existe no solo como forma externa, instrumental, de elección y representación, sino además, como una especie de por así decirlo, "religión" o establecimiento ideológico-moral, hasta cierto punto, es previsible que sus apologistas y los que le dan vigencia, se sientan en la necesidad de criticar, señalar, reprimir, combatir o hasta eliminar, a quienes sean identificados por ellos como amenaza seria al sistema. Y tales amenazas pueden detectarse atacando a sus ideales, objetivos, estructura o fundamentos mismos.

Pero, vale la pena señalarlo, el celo democrático, no sin cierta coherencia interna con su auto-preservación, tiene su pericia al punto de desplegar su fuerza coercitiva no solo cuando se considera atacado el sistema en sus bases, sino incluso cuando se ponen en duda o no se aceptan a rajatabla, las narrativas con visos de metarrelatos históricos, que inculca de forma dogmática (dogmas laicos, pero dogmas, al fin y al cabo) en el imaginario colectivo. No se permite el cuestionamiento, el matiz, la revisión, so pena de poner en riesgo la modelación del pensamiento y los intereses que defienden las élites semiocultas que gobiernan a los gobernantes.

Una hoz y martillo son permitidas. Se estampan en camisetas, libros, boinas, etc. Y no importa que hayan muerto alrededor de 100 millones de personas por quienes mostraban su "respeto" a dicha simbología y su ideología asociada. Sus adeptos no pocas veces incluso en organizaciones oficialmente reconocidas por los gobiernos se proclaman ufanamente como "revolucionarios" o "antisistema", sin que los verdugos democráticos les caigan encima con sus hachas justicieras. Cientos de miles murieron o sufrieron estragos por las bombas norteamericanas en Hiroshima y Nagasaki, pero ignoro que existan organizaciones que les estén pidiendo indemnizaciones millonarias a los gringos o que cada año produzcan películas y documentales sobre este espantoso evento. Pero, si se tiene la "desgracia" de ser fascista, nacionalsocialista, monárquico, católico tradicional o en general, una persona con principios y valores tradicionales dispuesta a defenderlos de veras, entonces la intolerancia de los tolerantes se detona rabiosa e inmisericorde. Y menciono a estos grupos, no porque los considere con igual valor, sino, porque somos los que estamos en las mira de enemigos comunes y además, compartimos no pocos ideales e intereses.

En julio de este año, por cuarta vez, el historiador revisionista español, Don Pedro Varela Geiss, fue detenido, su domicilio fue registrado por la policía, tras derrumbar la entrada, estando él ausente, sus secretarias arrestadas y su Librería Europa, precintada, decomisándosele más de 15.000 libros y equipos informáticos. Pasó unos días detenido y tuvo que pagar, con la ayuda de un benefactor, 30.000 euros como fianza para no ir a prisión ¿Su delito? Hacerse cargo de la edición y venta de libros, entre los que existen algunos que tratan sobre el revisionismo histórico, política y pensamiento de vías nacionalistas. Es indiscutible que este tipo de literatura hace un diagnóstico socio-cultural en que salen a la luz muchos aspectos que vulneran la pretendida impecabilidad y corrección tanto del sistema en su conjunto, como el de sus peculiares interpretaciones históricas. El material que brinda la Librería Europa, de la cual Varela es propietario, más allá de si se acabe coincidiendo total o solo parcialmente con sus contenidos, en realidad, visto desde una perspectiva que toma en cuenta las reglas del juego en democracia, tan solo constituiría la existencia de una alternativa, un espacio, dentro de la pluralidad.

La democracia liberal blasona laicismo, relativismo y agnosticismo. Sus defensores intelectuales la conciben como una forma racional y civilizada de gobierno. El ágora del debate, por antonomasia. Sin embargo, en casos como el de Varela, es decir, cuando detectan alguien que de forma decidida, activa y pública, se atreve a negar la validez de algunos de sus fundamentos o principios, o fomenta la revisión de sus dogmas, las reglas  ordinarias del juego se suspenden y las élites hacen acopio de otras normas de orden superior, según su punto de vista y conveniencia. Quien normalmente debería ser visto como otro socio más dentro de la sociedad democrática, como un contrincante con quien se pudiera discutir, con su propio espacio y libertad de expresión, se convierte en un enemigo a contener, neutralizar o aniquilar, si fuera necesario. Y es que, recuérdese que antes de llegarse a la muerte, existen otras formas sutiles (o no tanto) de ir aniquilando a una persona. La persecución, la difamación, las querellas, el ostracismo, el irrespeto a su dignidad o a sus identidades, pertenencias, proyectos, seres queridos, la división, la coerción, el despliegue de gente que se le ponga en contra, insultando, burlándose, poniéndole trabas, el agotamiento y así tantas otras posibilidades de afectarle, pueden ir acabando con la moral, la estabilidad intelectual, emocional e incluso, con la vida de quien se enfrente de forma constante a estos escollos.

He escuchado varias conferencias de Don Pedro Varela. No ignoro su ideología política. No la comparto, pero también me atrevo a reconocerle aspectos positivos y aciertos a concreciones históricas de dicha ideología. Con todo, debo decir que más que promocionar a un partido o movimiento político específico  reduccionistamente, a Don Pedro lo que le he escuchado con delectación y admiración por su elocuencia, es la divulgación de principios y valores occidentales tradicionales. Liderazgo, amor a la propia identidad, respeto a las ajenas, defensa de la vida, valoración de la belleza en el arte, cultivo del espíritu de compromiso con los grandes ideales, asumir el sacrificio, no aceptar la decadencia, luchar por causas justas, buscar la superación personal, estudiar nuestra historia e incentivar nuestro intelecto. Esto y más, son contenidos constantes en sus discursos.

El talante del líder abnegado, del católico sincero, del divulgador comprometido, del revisionista serio, que nos demuestra de Don Pedro, a mi juicio, cubre con creces los yerros o las cuestiones con las que no logremos coincidir. ¡Cuán lejos, a Dios gracias, del espíritu muelle, hipócrita, pragmático, utilitarista, cobarde, minimalista, burgués, pagado de sí mismo, oportunista, maquiavélico, imbuido de falsos respetos humanos, sofístico, que encontramos en tantos pensadores y políticos que por más extravagancias, mentiras, errores y doctrinas perniciosas que defiendan, no solo no son acosados ni sancionados por la policía del pensamiento del sistema, sino a veces, se les congratula y brinda posiciones privilegiadas!

Desde el Pulgarcito de América, como hijo de la España eterna, hago público reconocimiento de este luchador, quien a pesar de sufrir tantos problemas y persecución, se mantiene en pie, con entereza y dignidad. Estamos en horas de tinieblas y ocaso civilizatorio. Don Pedro Varela es de los profetas que denuncia los males de nuestra época, pero asimismo, invita a vivir, con sus palabras y ejemplo, en la fidelidad a las causas nobles. Nuestra consigna actual es resistir. Aun sabiendo que fuera de una intervención divina, no vamos a ganar. El ejemplo de Varela nos sirva de ejemplo y acicate. Elevemos plegarias para que se mantenga firme e incluso, crezca en conocimiento de la verdad y en la gracia de Dios, con la fuerza necesaria para no cejar nunca aún con el costo de su vida. Pidámoslo también para nosotros mismos.

















domingo, 13 de marzo de 2016

Apuntes sobre el Concordato entre la Santa Sede y el III Reich. Pacelli, Von Galen y Von Faulhaber. I. Introducción

Mucho se ha escrito sobre casi cualquier tema y por casi cualquier persona. Vivimos en la era del opinionismo (en grado agudo) y la democratización de las comunicaciones. Basta saber escribir (aún con horrores ortográficos y gramaticales) o hablar (aunque se tartamudee, o se abuse de muletillas) y contar con un espacio (sobre todo el virtual) para desplegar desde simples opiniones surgidas de impresiones superficiales y sin revisarlas con mayor profundidad, hasta verdaderos análisis ponderados, fundamentados y hasta académicos, pasando por discursos o mensajes cortos pero expresados con gran contundencia y suficiencia intelectual (o con apariencia de ello). 

Personalmente, no estoy en contra del compartimiento de opiniones o saberes a gran escala, como si por masivo fuera malo. Ni siquiera considero que los medios deberían ser usados solo por personas con mayores cualidades intelectuales o discursivas, pues lo que se comunica es variado, tanto temática como cualitativamente hablando. Pero lo que sí sostengo, es que ante esta tendencia de estar opinando todos de todo, al menos intentemos guardar conciencia de que entre más relevantes sean los contenidos que presentemos y con mayor razón, si tratan sobre cuestiones que tocan nuestras identidades, más cautos y responsables debemos ser a la hora de afirmar, definir o criticar tales contenidos.

Convengamos en que existen temáticas controversiales, sea por su misma naturaleza, sea porque despiertan variadas pasiones y aprehensiones entre distintas personas y grupos, sea porque se ligan a la historia, y por tanto, a la validación, publicidad o refutación de fuentes y hechos, así como de interpretaciones sobre los mismos.  Una vez que se tiene conciencia de la complejidad en abordar un tema en particular, me parece necesario evitar perder cierto grado de distanciamiento respecto a lo que estudiamos o de lo que hablamos, en el sentido de no pretender que su realidad se amolde a nuestras ideas, sino al revés, que nosotros mismos tratemos de que lo que sostenemos corresponda a la realidad misma. Por ello, aunque admisible, dependiendo de nuestra intención mediática, público y tipo de mensaje, el uso de la aseveración categórica o de la nulificación de argumentos en contra por tan solo vía de negación sin previa argumentación, así como el uso retórico del desdén, el desprecio y otros aspectos negativos de personajes históricos, con la agravante que son caros a nuestro público y supuestamente a nosotros mismos, no son recursos que contribuyan ni al fondo  ni a la forma de nuestro discurso.

Partiendo, además, de la conciencia de que ante un tema controversial o que demanda estudio serio, no podemos sino dar aportes limitados y revisables, podríamos así evitar adoptar actitudes impropias y sesgadas que pudieran incluso restarle verosimilitud a lo que expresamos, por más que fuera verdadero y verificable lo que sostenemos. 

Dicho lo anterior, daremos comienzo a la presentación del tema que nos ocupa: el Concordato entre la Santa Sede y el III Reich, que  los que medianamente lo conocen, comprenderán su complejidad. Este árticulo, precisamente, en consonancia con su título, tan solo brindará apuntes, basados en la obra "Un obispo contra Hitler", de Stefania Falasca, libro al que remitiremos constantemente al lector y del que haremos algunas citas que consideramos ilustrativas al caso que nos ocupa. No se espere, por tanto, un ensayo logrado sobre el tema, ni tampoco un artículo donde se ventilen las diferentes posiciones y fuentes importantes contrastadas, lo que desde un punto de vista académico, es de rigor si se pretende elaborar una investigación histórica. Tan solo, utilizo la obra mencionada como base para tocar algunos aspectos y personajes, utilizando lo expuesto apenas como referencia y puerta de entrada para ulteriores estudios, a quienes les interese. 
Asimismo, espero que con lo citado, pueda brindarse una aproximación tanto al contexto histórico que sirve de marco al Concordato, como hacia las figuras de los jerarcas católicos Pacelli, Von Galen y Von Faulhaber, que, a mi juicio particular, han recibido críticas duras que demuestran una falta de conocimiento del protagonismo activo de estos prelados, así como falta de comprensión de los avatares socio-históricos que les sirvieron de escenario. 
Visibilizadas estas limitaciones y objetivos, empezaré a desarrollar el tema en una siguiente entrega. 

Roberto López-Geissmann h.

Bibliografía:
-Falasca, Stefania. (2008). Un obispo contra Hitler. El beato Von Galen y la resistencia al nazismo. 1ª Ed. Madrid.:Ediciones Palabra, S.A.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Catecismo Progre-liberal (Sátira). Parte I: Presentación y Credo

Presentación:
Tras las conquistas que hemos logrado en el campo de la cultura y la evolución del ser humano, empezando con el Humanismo y el Renacimiento, que volvieron a poner al Hombre en el centro del Universo, y los puntos de inflexión histórica que representaron las Revoluciones Rusa y Francesa, constatamos con profunda tristeza que la intolerancia y oscurantismo todavía persisten en mantener adormecidas y en la ignorancia a millones de personas...¡en pleno siglo XXI!

Constatamos con asombro pasmoso e indignación que nos cala hasta el alma (excúsennos esta palabra, pero es para que se nos entienda), que ante la movilización intrépida de la vanguardia de ideas, esfuerzos y actitudes que buscan la consolidación de un futuro orientado por la pluralidad, la tolerancia, el progreso, la libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos y todas,  todavía existen elementos indeseables sumidos en la ceguera de su estrechez mental, asidos férreamente, mejor dicho, neciamente, a valores y principios totalmente obsoletos, a pensamientos más propios de cavernícolas que de personas civilizadas. Parece que todos menos ellos se han dado cuenta que su ideología no es otra cosa que una fantasía salida de una cabeza febril, de una psiquis paranoica y timorata, de un idealismo alienante. Nos referimos a esos que se hacen llamar católicos "tradicionalistas", monárquicos, terceristas, nacionalistas, y que para nosotros no tienen en realidad otro nombre que "fachos",  así como a los que a su zaga, pretenden emularlos en el mismo camino de cabezadurismo, ridiculez y deformación intelectual.

domingo, 9 de agosto de 2015

Muerte de Dios: muerte del hombre. Culturas indígenas engañadas.

"Tras la muerte de Dios proclamada por Nietzche (1844-1900), el occidental, cosechando los frutos de la negación, vive ahora la muerte del hombre. Para encubrir la desesperación, la posmodernidad celebra, de modo lúdico, el caos, la libre elección arbitraria, la diversidad, lo irracional y lo soñado.

sábado, 13 de junio de 2015

Jean Raspail: visionario del actual problema de la inmigración masiva descontrolada

No hay nada más estremecedor que la crudeza de la realidad, cuando en ella se viven las escenas que en la narrativa dramática o trágica apenas parecen restringirse al campo de la imaginación literaria o a hipérboles oscuras y pesimistas de la posibilidad  de futuros cercanos con presagio de caos. 

Este es el caso de la obra "El campamento de los santos" o "El desembarco" (en ediciones más recientes) del escritor y explorador francés Jean Raspail, publicada en 1973.

martes, 2 de junio de 2015

Ante el ocaso de occidente: una trinchera, un castillo....

El ser humano, en el devenir de la historia, ha ido construyendo una serie de instituciones y civilizaciones, pletóricas de diversidad de formas, contenidos, antigüedad y extensión. Algunas, han sido universales que se desprenden del ser mismo del hombre que necesariamente busca su propia conservación, no solo individual, sino social, colectiva. Otras, son muestra de una reflexión más original, contextual, de algunas comunidades y sociedades. La producción y conservación de las características básicas que conforman la identidad (o identidades) de los pueblos, ha perfilado a través del tiempo y del espacio, cierta "subjetivación" societal, a la que se la percibe con cualidades y defectos más propios de entes individuales, con personalidad.

Pero, ni la identidad ni la historia, son estáticas. Cada civilización sufrió transformaciones, tanto a nivel general, como  en ya subproductos de la misma. Pónganse el ejemplo en el que nos centraremos: la civilización occidental. Conjunto influenciado por la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana, entre sus elementos más importantes, sin obviar la existencia de otros, en distintos ámbitos, como el germánico. De esta amalgama, que en su forma más madura conformó a la realidad político- socio- religiosa de la CRISTIANDAD, surgieron diversas sociedades con mayor especificidad, de acuerdo a características de su contexto espacial, lengua, intercambiso comerciales, migraciones e idiosincrasias de sus gentes, que en buena medida, se aparcelaron en naciones, que pese a sus diferencias reales y algunas muy marcadas, se sabían parte de un conjunto superior, con una cohesión cosmovisiva y una serie de experiencias y narrativas de la vida, de lo cotidiano, de lo sagrado, que conservaban en común. 

El surgimiento de nuevas ideas y paradigmas, así como el debilitamiento y decadencia en las instituciones antiguas, entre otros factores, fueron gestando cambios sustanciales en la civilización occidental.