Castillo en el desierto

Castillo en el desierto

miércoles, 12 de octubre de 2016

América: no es descubrimiento, sino INVENCIÓN

12 de octubre: ¿una fecha memorable, para celebrar y rendir homenajes, o un infausto histórico execrable, trágico, cuyo recuerdo más valdría olvidar, mejor aun, borrar, si posible fuera, para sanar las cicatrices colectivas? En honor a la verdad, las respuestas meramente humanas, son variadas, y dependerán de la cosmovisión e ideología que  se adopten alrededor de este magno acontecimiento, así como del sentido de pertenencia en el rumbo histórico  e identitario en que uno se engarce, y del que se sienta parte. Desde un sentido metafísico y teocéntrico de la historia, al que no ocultamos adherir, el Descubrimiento de América FUE UN EVENTO PROVIDENCIAL, por más que en apariencia meramente fáctica, se reconozca su punto de partida accidental: el hecho de tardarse décadas en reconocer que se había arribado a un continente nuevo, no a la India asiática, cuya nueva ruta de acceso marítimo se pretendía trazar.

Muchos habrían de lamentar, quizá a perpetuidad, como mala hora este “accidente” de la historia, deseando que jamás se hubiera producido. Podemos entender tal mentalidad y más aun, tal repertorio psicológico de anticuerpos a la dominación hispánica en lo que hoy conocemos como América. Y lo entendemos, porque se da, por lo general, precisamente, en aquellos que NO SE IDENTIFICAN CON ESPAÑA, EUROPA U OCCIDENTE, ni con lo que ello representa. Suponemos, que, al contrario, estas personas detentan una religión (o irreligión), lengua, cosmovisión,  costumbres, etnia y derroteros políticos ajenos a lo que el Imperio español trajo a América. Señálense entre ellas, a multitud de etnias indígenas, sea como comunidades o como individuos, que conservan y desean que se haga respetar su otredad, frente al imaginario e instituciones occidentales; también, cuéntense aquí , a los grupos y gente de cuño marxista y con tendencia a políticas que llaman de “liberación”, cuya inspiración siendo materialista, humanista y atea, aun si se consideraran creyentes adscritos a alguna fe religiosa, les distancia enormemente del espíritu ideológico y político de la España imperial. Finalmente, se hacen presentes como ajenos o contrarios a la hispanidad,  aquellos que, reconociendo su hibridación cultural y étnica,  afirman y retoman para sí su legado indígena de forma exclusiva y excluyente.

Nosotros, por el contrario,  aun reconociendo CON RESPETO Y HASTA ADMIRACIÓN el valor de nuestros ancestros indígenas y su cultura, sin embargo, RETOMAMOS CON ORGULLO LA HERENCIA ESPAÑOLA, que llevamos viva no solo en la sangre, sino en nuestro espíritu. Para quienes así reclamamos nuestra estirpe hispánica, el 12 de octubre, lejos de ser oprobioso, es UN MOTIVO DE FESTEJO, JÚBILO Y VENERACIÓN. Consideramos esta fecha, lejana en el Cronos, pero viva en el Eros metahistórico al que nos plegamos. Frente a los odios e incomprensiones que suscita esta efemérides, sea por constituir ecos de gritos dolientes  de identidades ancestrales cuya resonancia sigue viva, y que siendo así, logramos comprender, o más aun, proviniendo de desfiguraciones históricas e interpretaciones parciales en torno al balance del valor civilizatorio y los aportes negativos y positivos que ha legado España a América, nosotros AFIRMAMOS NUESTRO AMOR Y GRATITUD AL LEGADO HISPÁNICO Y NO AHORRAMOS OCASIÓN PARA DAR NUESTRO HUMILDE HOMENAJE A LA ESPAÑA IMPERIAL A LA QUE CONFESAMOS COMO MADRE PATRIA .

Ante todo, reconocemos en los conquistadores españoles a simples seres humanos: ni ángeles ni demonios. LEJOS DE NOSOTROS EL FABULAR LA HISTORIA CON LEYENDAS ROSAS O NEGRAS. Lo que no nos impele ni a la neutralidad, ni a borrar de nuestro juicio personal valoraciones de adhesión y afecto,  EN UNA MANERA GENERAL, A LA GRAN EMPRESA COLECTIVA, ESPIRITUAL, CULTURAL Y POLÍTICA EFECTUADA POR ESPAÑA. CREEMOS QUE QUIEN LOGRA CONSOLIDAR Y DEFINIR SU IDENTIDAD, QUIEN SABE QUIÉN ES, DE DÓNDE VIENE, ADÓNDE SE INCLINA Y QUÉ REPUDIA,  ES CAPAZ DE PODER APRECIAR EL VALOR DE SÍ MISMO, DE LOS OTROS, Y TAMBIÉN, DE RECONOCER TANTO SUS DEFECTOS COMO SUS VIRTUDES. Como bien dice Jacques Lafaye: “Hemos de considerar a los conquistadores como hombres en una situación histórica particular y NO COMO SUPERHOMBRES O BESTIAS” (1), y  en otra parte: “Todavía en nuestros días siguen vivas las controversias…entre los historiadores. La exaltación heroica de la Conquista, por una parte, y el anatema a los crímenes de sus autores, por otra, han señalado con una ambigüedad tenaz ESTE EPISODIO ÚNICO EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD”(2).

Lafaye nos brinda la clave histórica para justipreciar a los conquistadores: “Invirtamos los arcos de triunfo que les levantó la España imperial, recibamos CON PRUDENCIA las requisitorias  de los historiadores ingleses y hugonotes; instruyamos nosotros mismos el proceso DANDO LA PALABRA A LOS TESTIGOS: LOS CONQUISTADORES MISMOS EN SUS “RELACIONES” Y ESOS JUECES EXIGENTES QUE FUERON PARA ELLOS LOS “CONQUISTADORES ESPIRITUALES”, como se ha llamado a los MISIONEROS CATÓLICOS. Si la parcialidad de unos y otros no deja duda, TIENE EL MÉRITO DE INTRODUCIRNOS EN UN MUNDO ESPIRITUAL QUE SE NOS HA HECHO AJENO: EL DE LOS CONQUISTADORES. Sólo podremos comprenderlos desde el punto de vista de su época, y en función de la moral que fue suya podremos enjuiciar su actos”(3).

 Francisco Morales Padrón refuerza esta idea: “Pensamos y afirmamos siempre que nada mejor para conocer a aquellos hombres que sus hechos y la documentación. NADA DE INTERPRETACIONES MODERNAS…Los hombres que allí fueron (a América) NO ERAN UNA PANDILLA DE ASESINOS DESALMADOS; ERAN UNOS TIPOS HUMANOS QUE ACTUABAN AL INFLUJO DEL AMBIENTE DETERMINADO POR SU ÉPOCA, POR LAS CIRCUNSTANCIAS, POR EL ENEMIGO, POR SU PROPIO HORIZONTE HISTÓRICO. La conquista puso al rojo todas las virtudes y defectos de la raza” (4). Y con gran tino amplia: “Para acercarnos a la psicología del conquistador, hemos de huir de la vida muelle de nuestro estadio cultural y ABANDONAR LOS PREJUICIOS Y CRITERIOS DEL TIEMPO ACTUAL. La experiencia de sus vidas hay que juzgarla de acuerdo con los cánones de su época y metiéndonos en sus circunstancias. Arrogantes, rapaces, turbulentos, implacables y crueles han sido para una legión de historiadores que han sentado cátedra sobre ellos. Santos, para otros. HUBO DE TODO, y lo que maravilla es que, a la distancia que actuaron y dentro del medio en que lo hicieron, NO SE HUBIESEN COMPORTADO MÁS DESPÓTICA Y ANÁRQUICAMENTE”(5).

Hecho este recordatorio que apela a un sano juicio histórico, que consideramos que vale la pena retomarse, diremos que América, más que ser descubierta, FUE INVENTADA, y no por obra anónima, sino por la ORIENTACIÓN Y LABOR DEL INGENIO ESPAÑOL. Ciertamente, este continente llevaba milenios de estar habitado por diversidad de pueblos con distinto tipo de organizaciones sociales y culturas. De modo que “descubrimiento” implica un término etnocentrista europeo, puesto que las tierras americanas ya eran conocidas por una pléyade de comunidades humanas. Pero admitimos que este mismo problema de limitación semántica o conceptual, al usar ciertos términos, se puede encontrar en otros conceptos, como el de indios, indígenas, nativos o pueblos originarios, al hacer referencia a los habitantes de América que vivían allí desde siglos atrás antes de la llegada de los europeos.

Reconocemos la subjetividad y orientación que implica “descubrimiento de América”, y que es un término superable o refutable. No obstante, una vez reconocido su connotación etnocentrista, acusamos de lo mismo, y señalamos también que no está exento de  parcialidad  usar el término de “pueblos originarios”, puesto que si se toman en cuenta las diferentes teorías del poblamiento de América, la mayoría (y las más aceptadas) afirman que las poblaciones americanas preeuropeas descienden de migraciones principalmente asiáticas. En un sentido estricto, por tanto, no podemos decir otra cosa sino que los precolombinos SÍ QUE TENÍAN MILES DE AÑOS DE VIVIR Y DESARROLLARSE EN AMÉRICA, PERO SU ORIGEN NO ES AMERICANO. A menos, claro, que adhiramos a la tesis de Ameghino, que hace de América el origen de las poblaciones americanas, lo que se desmiente analizando el feno y genotipo mongoloide de la mayoría de indígenas en nuestro continente. El uso del término “pueblos originarios”, por tanto, así como el de “descubrimiento”, es fácil de entender, pero, en el fondo, inexacto y parcial.

Además, los llamados “descubridores” europeos, para el caso, los españoles, no encontraron una región continental CON UNA POLÍTICA, SOCIEDAD, CIVILIZACIÓN, LENGUA Y RELIGIÓN UNIFICADA. NO SE PUEDE HABLAR MÁS QUE ACOMODATICIAMENTE DE AMÉRICA, ANTES QUE ESTE CONTINENTE, MÁS ALLÁ DE SU UNIDAD TERRITORIAL, O PROXIMIDAD GEOGRÁFICA, CONFORMARA UNA UNIDAD HISTÓRICA Y DE CIVILIZACIÓN, FRUTO DE LA HIBRIDACIÓN DE SUS ELEMENTOS CON LOS EUROPEOS, PERO BAJO LA HEGEMONÍA OCCIDENTAL, EN ESPECIAL, AL HABLAR DE HISPANOAMÉRICA, BAJO LA RÚBRICA ESPAÑOLA.

De esta unidad en la diversidad que llamamos América, particularmente, de Hispanoamérica, y su nexo INDISOLUBRE E IRRVERSIBLE CON EL IMPERIO ESPAÑOL cuyo perpetuo legado es LA HISPANIDAD, nos sentimos  dichosos herederos, y por eso celebramos el 12 de octubre más que como descubrimiento de América, como PRINCIPIO DE LA CONFORMACIÓN DE HISPANOAMÉRICA Y EXALTACIÓN DE LA HISPANIDAD COMO ESTILO DE EXISTENCIA. De la empresa conquistadora y el legado español, su sentido, semblanza de los conquistadores y características de la Hispanidad, hablaremos en otras ocasiones.
NOTAS:
(1)    Jacques Lafaye. “Los Conquistadores. Figuras y escrituras”, pág. 15.
(2)    Ibíd., pág. 13.
(3)    Ibíd., pp. 15-16.
(4)    Francisco Morales Padrón. “Historia del Descubrimiento y Conquista de América”, pág. 310.
(5)    Ibíd., pp. 310-313.
BIBLIOGRAFÍA:
LAFAYE, Jacques. “Los Conquistadores. Figuras y escrituras”. 2a Ed. Fondo de Cultura Económica. México. 1999.
MORALES PADRÓN, Francisco. “Historia del Descubrimiento y Conquista de América”. 5a Ed. Gredos. Madrid. 1990.

sábado, 8 de octubre de 2016

Diversidad cultural vs Multiculturalismo

Hablar de culturas diversas es constatar la realidad. Es reconocer el potencial de la riqueza y multiplicidad de las sociedades como forjadoras de cultura. Es admitir que existen elementos de valor en culturas ajenas a la propia, pero también, aspectos que consideramos no solo ajenos, sino además, negativos y que es al menos cuestionable, quererlos asimilar. De la misma manera, sabemos que nosotros mismos también contamos con elementos negativos en nuestro repertorio cultural y si somos gente de bien, no querremos tampoco exportarlos a otros colectivos.  En la diversidad cultural, asumimos la alteridad, la otredad y aprendemos a desarrollar diferentes formas de relación entre los diferentes grupos humanos. Todo esto es intrínseco en la naturaleza humana y fruto de procesos históricos, cambios ambientales y genéticos. 

 Multiculturalismo, por otra parte, es un paradigma posmoderno artificioso que pretende forzar  la interacción de la diversidad cultural, diluyendo así en muchos casos y con una constatación no siempre inmediata, los núcleos fuertes identitarios de las sociedades que acogen con este paradigma a comunidades con cultura que presentan fuertes puntos diferentes a la suya. Detrás de esta ideología subyacen a pesar de la buena voluntad de muchos de sus adherentes, intereses oscuros de élites que conscientemente buscan desmantelar los últimos bastiones de tradición auténtica, identidades fuertes y herencia en sus distintas manifestaciones que aún subsisten a pesar del embate revolucionario ejercido desde la modernidad.

Tras una aparente voluntad de unión y acercamiento, se esconde un pensamiento que tiende a la estandarización y homogenización. Se pretende que con una educación en la tolerancia y valoración del otro, se evitarán los conflictos que pueden darse debido al choque o incompatibilidad de creencias, actitudes y valores diferentes. Sin embargo, en la realidad suele mostrarse otro escenario. Porque de existir principios, valores, ideas y costumbres muy desemejantes y personas dispuestas a defenderlos, necesariamente habrán problemas. Es por eso que los ingenieros sociales promotores de un orden mundial globalizado trabajan en la deconstrucción de esos núcleos fuertes identitarios en las diferentes culturas, tratando de imponer valores alternativos con visos de universalidad. Valores e ideas suaves, relativistas, liberales, agnosticistas, bajo el eje de la tolerancia, que no se propone como la civilizada permisión paciente y temporal de un mal en vistas a un bien superior, sino más bien, se pretende imponer como la carta de ciudadana e inclusión de todo tipo de axiología ajena a la propia o a la de la mayoría en una sociedad, aun si es diametral y directamente contraria.

Diferentes tipos de sociedad en distintas épocas en la historia han conocido la diversidad cultural y reconociéndola, algunas veces de mejor forma que otras, han sabido guardar un equilibrio en que la convivencia con lo diverso no ha representado un problema grave. Considero que parte de ello se ha debido al verdadero respeto y conciencia identitaria. Cada grupo humano se ponía frente a frente, sabía quién era y con quién interactuaba. Con quienes quería lazos más estrechos y con quienes prefería evitarlos. Es decir, los pueblos podían decidir sus amistades y enemistades. Qué querían ser y hacia dónde ir. Qué principios custodiar y cuáles rechazar. Con el multiculturalismo cual lo entienden y aplican muchos de las élites mundiales, el acercamiento cultural no se busca desarrollarlo así, no solo en coexistencia y reglas consensuadas de vecindad, sino en amalgamamiento con diferentes aspectos como el ideológico, religioso y étnico. 

No es extraño entonces que surjan voces preocupadas y disidentes en distintas comunidades humanas, preocupadas por su porvenir como pueblo y comunidad. Implícitamente (y a veces de forma manifiesta), se les está tratando de hacer ver que aferrarse a sus tradiciones y manera de pensar o actuar, es quedarse fuera del "progreso" y de la "ciudadanía global". Una obsolescencia inaceptable.
La condición para "tolerar" estas "manías" dinosáuricas, es que se acepte la validez INTRÍNSECA de la otredad, aunque no se obligue a adherirla. Que no se cuestione su presencia y licitud en la sociedad, por más que toque fibras identitarias y axiológicas sensibles de la mayoría de la población, y aunque esto haya sido así por siglos enteros.

Este pensamiento mundialista disfrazado de democrático, se va imponiendo en los gobiernos, a través de organismos supraestatales, centros de educación, ONG's, etc. Y de él se valen en realidad, minorías con objetivos particulares, con frecuencia ajenos a la idiosincrasia popular.

Frente a esta acción política deconstruccionista y revolucionaria, es necesario promover todo aquello que redunde en el fortalecimiento de la soberanía nacional, de la libertad e independencia reales de los pueblos y en su capacidad para decidir su configuración cultural con una conciencia lo más clara posible de quiénes son, quiénes quieren ser y qué destino histórico quieren forjar,  no por vía de manipulaciones mediáticas e ideológicas.