Tras las conquistas que hemos logrado en el campo de la cultura y la evolución del ser humano, empezando con el Humanismo y el Renacimiento, que volvieron a poner al Hombre en el centro del Universo, y los puntos de inflexión histórica que representaron las Revoluciones Rusa y Francesa, constatamos con profunda tristeza que la intolerancia y oscurantismo todavía persisten en mantener adormecidas y en la ignorancia a millones de personas...¡en pleno siglo XXI!
Constatamos con asombro pasmoso e indignación que nos cala hasta el alma (excúsennos esta palabra, pero es para que se nos entienda), que ante la movilización intrépida de la vanguardia de ideas, esfuerzos y actitudes que buscan la consolidación de un futuro orientado por la pluralidad, la tolerancia, el progreso, la libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos y todas, todavía existen elementos indeseables sumidos en la ceguera de su estrechez mental, asidos férreamente, mejor dicho, neciamente, a valores y principios totalmente obsoletos, a pensamientos más propios de cavernícolas que de personas civilizadas. Parece que todos menos ellos se han dado cuenta que su ideología no es otra cosa que una fantasía salida de una cabeza febril, de una psiquis paranoica y timorata, de un idealismo alienante. Nos referimos a esos que se hacen llamar católicos "tradicionalistas", monárquicos, terceristas, nacionalistas, y que para nosotros no tienen en realidad otro nombre que "fachos", así como a los que a su zaga, pretenden emularlos en el mismo camino de cabezadurismo, ridiculez y deformación intelectual.