Mucho se ha escrito sobre casi cualquier tema y por casi cualquier persona. Vivimos en la era del opinionismo (en grado agudo) y la democratización de las comunicaciones. Basta saber escribir (aún con horrores ortográficos y gramaticales) o hablar (aunque se tartamudee, o se abuse de muletillas) y contar con un espacio (sobre todo el virtual) para desplegar desde simples opiniones surgidas de impresiones superficiales y sin revisarlas con mayor profundidad, hasta verdaderos análisis ponderados, fundamentados y hasta académicos, pasando por discursos o mensajes cortos pero expresados con gran contundencia y suficiencia intelectual (o con apariencia de ello).
Personalmente, no estoy en contra del compartimiento de opiniones o saberes a gran escala, como si por masivo fuera malo. Ni siquiera considero que los medios deberían ser usados solo por personas con mayores cualidades intelectuales o discursivas, pues lo que se comunica es variado, tanto temática como cualitativamente hablando. Pero lo que sí sostengo, es que ante esta tendencia de estar opinando todos de todo, al menos intentemos guardar conciencia de que entre más relevantes sean los contenidos que presentemos y con mayor razón, si tratan sobre cuestiones que tocan nuestras identidades, más cautos y responsables debemos ser a la hora de afirmar, definir o criticar tales contenidos.
Convengamos en que existen temáticas controversiales, sea por su misma naturaleza, sea porque despiertan variadas pasiones y aprehensiones entre distintas personas y grupos, sea porque se ligan a la historia, y por tanto, a la validación, publicidad o refutación de fuentes y hechos, así como de interpretaciones sobre los mismos. Una vez que se tiene conciencia de la complejidad en abordar un tema en particular, me parece necesario evitar perder cierto grado de distanciamiento respecto a lo que estudiamos o de lo que hablamos, en el sentido de no pretender que su realidad se amolde a nuestras ideas, sino al revés, que nosotros mismos tratemos de que lo que sostenemos corresponda a la realidad misma. Por ello, aunque admisible, dependiendo de nuestra intención mediática, público y tipo de mensaje, el uso de la aseveración categórica o de la nulificación de argumentos en contra por tan solo vía de negación sin previa argumentación, así como el uso retórico del desdén, el desprecio y otros aspectos negativos de personajes históricos, con la agravante que son caros a nuestro público y supuestamente a nosotros mismos, no son recursos que contribuyan ni al fondo ni a la forma de nuestro discurso.
Partiendo, además, de la conciencia de que ante un tema controversial o que demanda estudio serio, no podemos sino dar aportes limitados y revisables, podríamos así evitar adoptar actitudes impropias y sesgadas que pudieran incluso restarle verosimilitud a lo que expresamos, por más que fuera verdadero y verificable lo que sostenemos.
Dicho lo anterior, daremos comienzo a la presentación del tema que nos ocupa: el Concordato entre la Santa Sede y el III Reich, que los que medianamente lo conocen, comprenderán su complejidad. Este árticulo, precisamente, en consonancia con su título, tan solo brindará apuntes, basados en la obra "Un obispo contra Hitler", de Stefania Falasca, libro al que remitiremos constantemente al lector y del que haremos algunas citas que consideramos ilustrativas al caso que nos ocupa. No se espere, por tanto, un ensayo logrado sobre el tema, ni tampoco un artículo donde se ventilen las diferentes posiciones y fuentes importantes contrastadas, lo que desde un punto de vista académico, es de rigor si se pretende elaborar una investigación histórica. Tan solo, utilizo la obra mencionada como base para tocar algunos aspectos y personajes, utilizando lo expuesto apenas como referencia y puerta de entrada para ulteriores estudios, a quienes les interese.
Asimismo, espero que con lo citado, pueda brindarse una aproximación tanto al contexto histórico que sirve de marco al Concordato, como hacia las figuras de los jerarcas católicos Pacelli, Von Galen y Von Faulhaber, que, a mi juicio particular, han recibido críticas duras que demuestran una falta de conocimiento del protagonismo activo de estos prelados, así como falta de comprensión de los avatares socio-históricos que les sirvieron de escenario.
Visibilizadas estas limitaciones y objetivos, empezaré a desarrollar el tema en una siguiente entrega.
Roberto López-Geissmann h.
Bibliografía:
-Falasca, Stefania. (2008). Un obispo contra Hitler. El beato Von Galen y la resistencia al nazismo. 1ª Ed. Madrid.:Ediciones Palabra, S.A.
Bibliografía:
-Falasca, Stefania. (2008). Un obispo contra Hitler. El beato Von Galen y la resistencia al nazismo. 1ª Ed. Madrid.:Ediciones Palabra, S.A.